Ramiro, lo que quedaba de él, estaba
devorando el brazo de un infeliz, que la turba de zombis había
alcanzado. De repente, mientras tragaba, observó el reloj que el brazo
tenía en la muñeca, un reloj igual al que le regaló su padre; y
entonces, recuperó la conciencia de sí mismo, de forma espontánea. Dejó
caer el brazo. Todos los recuerdos llegaron a él, incluso el recuerdo de
cuando se convirtió en zombi.
Estaba rodeado de zombis: algunos seguían
avanzando por la calle, otros se peleaban por los últimos trozos de
carne del tipo que habían agarrado; pasaban a su lado, algunos salían de
los edificios, hordas de ellos. Ahora deseaba no haber recuperado la
conciencia. Su situación era aterradora, peor que cuando huía de los
zombis, ahora estaba rodeado por ellos. ¿Y si se daban cuenta de que era
diferente? Aquel pensamiento lo aterró aún más, bastaba que sólo uno de
ellos se diera cuenta. Pensaba en ello cuando uno de los zombis volteó
hacia él. Enseguida comprendió que tenía que dejar de pensar. De alguna
forma recordaba cómo era ser un zombi. Al dejar la mente en blanco, fue
como si el zombi lo perdiera de vista, y después de lanzar unos sonidos
guturales, se unió a la horda que avanzaba por la calle.
Un mar de muertos vivientes lo obligó a
marchar junto con la horda. Tenía que concentrarse para no pensar.
Apenas se le cruzaba un pensamiento por la mente, los que estaban al
lado de él giraban, como buscando algo. Seguía junto a la horda tratando
de que no lo descubrieran, moviéndose como ellos, gimiendo y haciendo
un esfuerzo para no pensar. De a poco se fue separando, hasta que pudo
doblar en un callejón y se escondió detrás de un contenedor de basura.
Escondido, tuvo tiempo para pensar, la horda se había ido. Se observó
las manos y se palpó el rostro; no estaba tan deteriorado, se había
infectado con una mordedura en el brazo. Se tanteó el pulso, sin dudas
estaba muerto.
Comenzaba a pensar que su situación no
era tan mala. Podía infiltrarse entre los muertos vivientes cuando lo
necesitara. Ya no iba a enfermar ni sufriría por una lesión.
Prácticamente era inmortal, sólo si le destrozaban la cabeza dejaría de
existir. Seguía calculando su situación cuando escuchó que detrás de él
rechinaba una puerta.
No tuvo tiempo de voltear, un
sobreviviente lo vio meterse en el callejón, y al no estar la horda,
decidió dispararle en la cabeza.
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